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Lluís Domènech
Sábado, 11 de Abril de 2020 Tiempo de lectura:

La última generación del rock en Onda

No pretendo ser certero con los datos, eso ya lo reclamo sin éxito todos los días con otro tipo de cuentos chinos. Intento recordar una época borrosa en la que se vivía deprisa. Hablo de unos domingos en los que si te quedaba gasolina en la moto, un ‘chavo’ para pasar la tarde discutiendo en la cafetería y saldo en el móvil, eras poco menos que Dios.

La caída de los 90. Pepsi y Algazara

Sin embargo, todo esto empezó antes de las tarjetas de prepago, antes incluso de las huidas sobre ruedas al estilo Quimi en la serie Compañeros. Éramos los hermanos pequeños de La Generación X y nos poníamos el 'Unplugged' de Nirvana hasta la saciedad, veíamos todos los programas musicales de televisión con el post-rock del momento y comenzábamos a abrazar el britpop con el 'Wonderwall' de Oasis. 

 

Aquellos años fueron los más libres de la historia de este país: cada uno llevaba el pelo que quería, las chicas y los chicos vestíamos prácticamente igual, no había obsesión por mover el trasero frente a una red social y creíamos en la promesa de que teníamos un futuro prometedor.

 

Soñábamos tumbados en la cama al son del doble CD de ‘Generation Next Music by Pepsi - 1998’, que daba vueltas en una minicadena posada en la mesita de noche. Aquella era una vanguardia tecnológica preciada que te habían otorgado por algún logro académico o, en mi caso, porque tu padre consideraba la música como un bien cultural de interés necesario.

 

Aquel disco recopilatorio de Pepsi era maravilloso: Undrop, Los Fresones Rebeldes, Australian Blondie, Love Killer Barbies, Sonic Youth (aunque no pusieron su mejor tema), Molotov…. ¡Y Dover!:

 

 

 

Entonces había para todos los gustos. En Onda teníamos varios pubs, cada cual con su estilo musical y su parroquia habitual;  y varias discotecas, cada una con un poco más de bakalao que la anterior.

 

Desenfundábamos rápido para poseer en una cinta las canciones que ponían en las emisoras de radio. Fuimos los pioneros de los CD-ROM pirata, ilegalidades que el hermano mayor de un colega te vendía por 500 pelas.

 

Gracias a esto, antes de poder ir a cualquier concierto con amigos, ya habíamos devorado el álbum ‘Algazara’ de Reincidentes de ‘cabo a rabo’. El siguiente vídeo es un pellizco de aquello y un abrazo a una libertad de expresión que se ha perdido con el tiempo: 

 

 

 

La música en directo estaba viva y la gente se corría las juergas al amparo de las guitarras eléctricas. A diferencia de ahora, no había Auto-Tune y los grupos amateur sonaban a ello, pero igual tenían público ante el que tocar.

 

En lo que hoy es una ciudad desértica para el rock, Onda. Entonces se formaban grupos como Whipe Out en el instituto y había bandas que se habían labrado cierto nombre en la escena ‘pre-profesional’.

 

Es el caso de Alterkado, que cuando tocaban había juerga. Los conciertos se promocionaban en conversaciones en el bar y con algún cartel sin colores, tamaño folio y pegado en la puerta de los garitos practicantes. He intentado buscar en Internet alguna canción o vídeo de este grupo; sin embargo, el campo era yermo y el propio nombre del grupo no ayuda (prueben a poner las palabras “Altercado”, “banda”, “rock”, “concierto”…  en un buscador y verán qué les sale).

 

Transfer y el cambio de siglo

Lo de Transfer era una forma de vida, lo más romántico que podíamos expresar lo había escrito Aris en ‘Sin contrato’: Por aquel entonces la gente solo se enfundaba el pantalón vaquero en fin de semana o el día que en clase le tocaba sentarse con la chica que le gustaba. (Apunte: En mi caso y en mi casa, nunca hemos sido amigos del chándal).

 

Esta banda de Benicalap nunca se convirtió en un falso dios del rock ’n’ roll y acabó apagándose con la juventud de sus componentes. Pero antes de eso, los pudimos disfrutar en mil conciertos en garitos pequeños, festivales sin zona chill-out con piscina y hasta en alguna peña de Onda (creo que un amigo aún tiene el número del teléfono fijo de casa de Aris para futuras contrataciones).

 

Sus letras se escribían en el barrio del distrito 16 de Valencia, hablaban de realidades a la velocidad de un vespino trucado y de libertades acotadas por el turno inglés de la industria. Era rock ’n’ rol sincero, sin pretensión alguna y a un ritmo justo. Fruto de ello quedaron unas melodías que hoy anhelamos en los conciertos de algunos grupos de la nueva ola indie española:

 

 

 

2002 y 2004. Marea o Extremoduro, o ambos

No se cómo nos las apañamos para que nos dejaran acudir a aquellos conciertos que se celebraron en los antiguos ‘chiringuitos’, ubicados en la plaza Siglo XXI de hoy. Supongo que diríamos que íbamos a jugar a fútbol en alguna plaza (mi generación se hartó de jugar en la calle y de absorber las broncas de vecinos).

 

El evento en cuestión era el primer Artesano Rock de la historia y creo corría el año 2000. Me suena que Marea, que por aquel entonces ya había sacado ‘La Patera’ y ‘Revolcón’, estuvo allí. Aún eran unos desconocidos para nosotros, pero el Kutxi Romero interceptó a un compañero de fechoría que iba a comprarse una camiseta de Mago de Oz en la tienda de souvenirs del Artesano Rock, el cantante lo disuadió a base de improperios sobre la ideología del grupo de metal.

 

Aquello fue el preámbulo de lo que llegaría en el confinamiento preventivo ejercido en los casales de todo el año y durante las horas de clase: nos aprendimos de memoria ‘Corazón de mimbre’, ‘El perro verde’... y las canciones de antes y después. 

 

Y al llegar el 2002 Marea sacó ‘En tu agujero’, ‘Manuela canta saetas’…. y las tarareamos los venideros años por todas partes. Tal fue así, que se fletó un autobús para ir a verlos a Burriana desde el Paradise (el último reducto de la juventud eterna que acabó pereciendo la Noche de Reyes de 2018):

 

 

 

Nosotros sentimos que ya teníamos un poeta propio del modo que lo habían tenido los creyentes más mayores con Extremoduro. Sin embargo, a los extremeños aún les quedaba algo por decirnos y, también en 2002, nos acercó a su religión con ‘Yo, minoría absoluta’ y su pertinente portada. 

 

Si fuera poco, en 2004 nos presentó sus ‘Grandes éxitos y fracasos’ y lo mejor, nos brindó la posibilidad vivir en directo los himnos rock del panorama patrio. En 2008 aún pregonaban la fe con esta iniciativa y dieron un concierto en la media plaza de toros de Onda en una noche fría de un sábado de feria especial:

 

 

 

Autobús al Viña. Evaristo y el nihilismo

También en 2002, y mientras el Valencia estaba ganando La Liga, el Pub Swing preparó un autobús que nos llevaría al Viña Rock en ida y vuelta el mismo sábado. No quedaron plazas para los indecisos de última hora y nosotros, sin oficio ni beneficio, hicimos mil trampas para juntar cuatro monedas y cinco excusas para que nos dejaran ir.

 

Llegamos a aquel vagón del pecado con un bocadillo de casa y una gorrita, cual excursión con el colegio de monjas, pero pronto nos camuflamos en auténticos rockers

 

Evaristo nos robó la inocencia con nocturnidad y alevosía ante millares de almas descarriadas; con una cruz en la diestra y un pitillo en la siniestra, con ambos símbolos encendidos...; y nos dio la bienvenida a su purgatorio con un: “Por la paz, por la democracia. Tócame los cojones”.

 

La Polla Records fue una de las varias bandas que contemplamos ese día, pero fue la única que nos hizo un poco más nihilistas a base de cucharadas de punk.  El siguiente vídeo es de ese concierto. Los primeros 12 minutos no tienen tregua y muestran a Evaristo haciendo “gimnasia” como algún gurú del Instagram, pero fumando:

 

 

 

Ahora que viene Pascua, EUKZ en el Swing

Los antiguos moradores de Onda cuentan que durante las tardes de Pascua los jóvenes deambulaban de caseta en caseta para comerse la mona y bailar en los guateques. En nuestros años mozos no fue así, solíamos coger una mona pero en los conciertos que se daban en el Swing. 

 

A El Último Ke Zierre (EUKZ) lo vimos en mil y una ocasiones en concierto, también en aquellas sesiones pascueras. Y permítanme que recuerde con anhelo las fiestas de aquel garito oscuro y libre ubicado en una calle estrecha aledaña al Raval.

 

La habilidad de EUKZ para hacer punk es única, su patente reside en la forma de encadenar las canciones sin regocijarse en los estribillos memorables y la fuerza que transmite es comparable a las grandes bandas de cresta e imperdible surgidas unos años antes (Sex Pistols, The Clash…). 

 

No los imagino, al estilo Morrisey, haciendo un alegato contra la venta de productos cárnicos en sus shows. En aquella época no hacía falta repostería en el rock porque nosotros no comíamos y esta banda no daba tregua para las hamburguesas entre canciones:

 

 

 

La prehistoria de esta historia. Los Suaves

Toda historia tiene su prehistoria y, antes de este relato, en Onda aún había más rock del que mi generación vivió.

 

Los veteranos del lugar siempre nos relataban en los domingos de café y tertulia que una vez vino a La Cosa un cantante de aspecto entre Labordeta y Manolo Safont que, dentro de su suavidad habitual, lanzó una botella de whisky al viento. Un despeje que un amigo acabó rematando de cabeza (por algo estaban en un campo de fútbol…).

 

Se trata de Los Suaves. Y no se me ocurre mejor forma de despedirme en este artículo que utilizar la morriña de estos gallegos para decir: Adiós, salud y rock ’n’ roll.

 

 

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  • Toni Baguena

    Toni Baguena | Sábado, 11 de Abril de 2020 a las 15:45:15 horas

    Grans récords Lluís!!
    Hoy vi llorar a mi sueño,
    la culpa la tuve yo
    por creer en falsos dioses del Rock & Roll.

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