Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Actualizada Viernes, 12 de Septiembre de 2025 a las 13:08:49 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Lluís Domènech
Jueves, 19 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

La otra crónica del coronavirus: El libro de la selva

Eran las tres de la madrugada de una noche rara, en vísperas de un festivo sin poder bajar al recreo y en la semana más extraña que habíamos vivido nunca. Las hordas de ‘ofendiditos’ habían encendido el veneno en la opinión de la serpiente tras aportar a la bacanal su parecer en un ‘ataquito’ de dignidad vespertina, envuelta en una cálida ‘mantita’ y posada sobre la butaca de la ‘salita’.

Las palabras se habían ahogado durante el día en el manantial de la información sin adjetivos, porque ese día las noticias habían dibujado piruetas como lo hacen los delfines en el mar. Todas ellas con cierta responsabilidad social pero sin ningún tipo de ‘punch’ pugilístico.

 

Había pasado cerca de una semana desde que se un señor alto y guapo declarase oficialmente que el país se había ido a la mierda y que debíamos quedarnos en la madriguera hasta que el lobo abandonara el bosque.

 

La televisión había anunciado que el Rey León rugiría esa noche en directo, pero el ente público no especificó si sería para espantar al perro salvaje o para solventar algunos “problemillas” que había tenido con el complejo de Edipo. 

 

Mientras el resto de la manada hacía de tripas corazón para salvar las distancias impuestas por el estado de alarma y compartía una cerveza a través de Skype, un halcón peregrino contó a la serpiente que en Onda ya habían casos de coronavirus.

 

Para entender el contexto, en esos días, el reptil vivía en una orgía de rumores donde los protagonistas se escondían tras máscaras venecianas como las de Eyes Wide Shut.

 

Pero, a diferencia de los otros cinco contagios que le habían jurado en Whatsapp esa tarde, la canción del ave rapaz transmitía la certeza, del mismo modo que lo hacen las letras de Joaquín Sabina cuando canta a aquello de lo qué pasa en su escalera.

 

Y sin dejar de ser el mismo bruto, aquel que no sabía ni dibujar la ‘o’ en un canuto, la serpiente se acordó de que era una culebra y antes de regurgitar los datos debía levantar el teléfono para contactar con los jefes de la selva hasta que alguno le confirmara el positivo autóctono por COVID-19.

 

Las autoridades se declararon peces pequeños y le dijeron que el único pez que podía confirmárselo era uno grande que nada en l'Albufera. Como ya sabía el ofidio sin veneno, el río Turia anda seco cuando es para afirmar los positivos del virus a nivel local.

 

La única opción que le quedaba al reptil sin manos era encontrar el origen del rumor y averiguar qué árbol de la jungla lo había voceado, para acudir hasta él y cantarle el ‘Help me’ de Sony Boy Williamson II. Precisamente su fisionomía de culebra fue la que le permitió encontrar el sauce que había narrado la cuestión y, tras verificar que la propia condición del árbol era la que daba autoridad a la sombra que proyectaba, la serpiente tuvo que contar la noticia de que “en Onda ya se ha atendido a pacientes con síntomas del coronavirus”.

 

Etiquetada en...

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.188

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.