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Lluís Domènech
Lunes, 08 de Mayo de 2023 Tiempo de lectura:

Ser mesa electoral, una “putada” monumental

Votar es un derecho, no una obligación. No obstante, puede ser que un correo certificado llegue hasta su casa (o la mía) para comunicarle que ha sido “agraciado” con un domingo de trabajos forzados al servicio de los comicios autonómicos y municipales del próximo 28 de mayo.

El pasado martes 2 se celebró un sorteo para designar a los que pringarán en esta ocasión. Y así, sin que se arme un Dos de Mayo, se repetirá la operación a finales de año para las elecciones nacionales.  


Ojo, la democracia es la mejor fórmula aplicable, la única que funciona y muchas generaciones lucharon para que algunos domingos de nuestra vida podamos ir a votar. Pero “la fiesta de la democracia”, como la llaman algunos medios, aún se celebra por ordeno y mando.


Es verdad que el Estado te ingresará un estipendio a cambio del palo recibido, pero nunca te devolverá el paseo con la familia, la lectura de los suplementos dominicales, el caso omiso al despertador, el café en una terraza, la meada en la naturaleza, la paella o volver emocionarse con un gol de Javi Guerra. 


En las fábricas es día de trabajo y, si el “agraciado” estaba incluido en el turno, la “suerte” alcanzará a dos personas: al que será funcionario por un día en la mesa electoral y al que lo cubrirá en el compromiso laboral con la azulejera. Si se trata del dueño de una cafetería pequeña o de una tienda de souvenirs turísticos, tendrá el domingo perdido.


No me posiciono en contra por el simbolismo dominical sacro, es una cuestión de pragmatismo. Entiendo que el problema reside en que hay que salvaguardar la legalidad e imparcialidad de los comicios haciendo una “lotería” que incluya a gente aleatoria con diferentes sensibilidades.  


Para tal ardua tarea, la de hacer de árbitro en el juego, la mayoría de partidos envían a interventores que se emplazan en el córner de las mesas electorales. Estas personas son las que piden el VAR cuando una papeleta está doblada en demasía o sucede cualquier otra infracción al respecto.


Por ello, permítanme la licencia, imagino unas elecciones felices para todos, donde cualquier inscrito en el censo electoral pueda presentarse como voluntario para ser presidente o vocal de mesa, siempre habrá quien elija la “bolsa” y quien prefiera la “vida”. Seguro que entre este voluntariado imaginario encontraríamos a personas de derechas, de izquierdas, agnósticos, etc. 


Los funcionarios se llaman como tal porque hacen funcionar el Estado. Otra opción sería que el funcionariado asumiese la responsabilidad de las mesas electorales a cambio de una contraprestación extra en su relación laboral. Ya les adelanto que esto nunca sucederá, pues es una iniciativa impopular que ningún presidente del Gobierno tomará.   


Dicho todo esto, estoy seguro de que si así se hace, por algo será. Aunque la realidad es que ser mesa electoral es una “putada” monumental.

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