Desconozco si el casus belli fue cosa de la presidenta de Madrid o del presidente del PP, Pablo Casado. La cuestión es que los populares se adelantaron a Vladimir Putin para declararse la guerra y yo, cada vez que veo comparecer a Teodoro García Egea, solo puedo pensar que tiene mi edad y se viste como si el Rock’n’roll nunca hubiese mojado sus oídos.

Y en esa pugna fraternal de ‘rockstars’, como la de los hermanos Gallagher de Oasis, muchos políticos de la lejana provincia de Castelló mostraron su “apoyo a la dirección del partido”. Vi como rendían pleitesía en Twitter a 'Paul Married' e imaginé que sería García Egea el que estaría, lista en mano, poniendo el ‘check’ a los que se habían sumado a sus huestes (al igual que cuando era niño, un cuento de Teo me tuvo entretenido un rato).

Los simpatizantes del PSOE hacían guasa del asunto en WhatsApp y los de Podemos hacían lo propio en Telegram. Fueron estos forofos los que me recordaron a un señor alto y guapo recorriendo España en automóvil, cual comercial de nacional, para reconquistar el poder que le había arrebatado la parte menos progresista del Partido Socialista.

Del mismo modo, la perfección de los círculos de Podemos se quebró cuando dos amigos de manifestación se “cagaron a trompadas” como sucede en los córners de un Boca - River en La Bombonera. Entonces vaticiné que pronto surgirá en Vox alguien que monte mejor a caballo que Abascal y lo quiera retar a una justa.

Desde Madrid se empeñan en vender que el tablero se traza de izquierdas a derechas (o viceversa) como si no hubiera caído el Muro, sin embargo el Telediario retrata una partida de Parchís donde se comen fichas, se espera la salida y la mesa tiene cuatro colores.

No soy capaz de augurar si el fuego amigo de los partidos nacionales puede salpicar a las delegaciones de poblaciones, por pequeñas que sean. Es probable que los grandes generales quieran controlar todas las plazas en aras de salvar el culo en el juego de las Sillas Musicales; no obstante, también puede suceder que Onda quede muy lejos de las trincheras.

En todo caso, recordé la reflexión que Manuel Vilas me había hecho esa misma mañana: “Todos vamos bien cuando el interés general confluye con la ambición personal de los que dirigen la historia”. Quizás por ello, ante esa política capitalina de tronos y puñal, parece que en las urnas están ganando enteros los discursos regionalistas, ‘localistas’ o cercanos.