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Lluís Domènech
Miércoles, 15 de Junio de 2022 Tiempo de lectura:

El de 'Despacito'

Un cambio de planes

Para predecir la afluencia en los conciertos que programa Onda me rijo por una una norma personal empíricamente contrastada y que a veces falla: si no tengo ni idea de quién es el que viene, el evento es un éxito total; si me suena un poco, la cosa estará bien; y si me gusta, será un fracaso estrepitoso. Desconozco la fórmula que emplea Aramís Fuster, esta es la mía. 


Así sucedió la semana pasada: horas después de que se publicase en la web del artista, el Ayuntamiento presentó a toda prisa a su bomba musical para este mes de agosto. El pronóstico es que la media plaza de toros se quedará pequeña para ver a Luis Fonsi. Auguro un éxito total porque, hasta ese momento, Fonsi Nieto era mi único Fonsi. No es ninguna crítica ni nada parecido, el raro soy yo. Entono el mea culpa.


Después me comentaron que canta Despacito. Podría tararearla brevemente haciendo apología del “na-na-nino nino-nino…”.  No obstante, creerán que vivo en Marte, pero no me sé ni el estribillo… sí sabía que esta canción tiene más visitas que el MoMA de Nueva York. (Según publicó Caixabank: más de 7.000 millones de reproducciones en YouTube, más de 1.000 millones de reproducciones en Spotify y más de 21 millones de singles vendidos).


Unos días después de aquella información acudí a la parroquia más cercana en búsqueda de un expreso sin azúcar que me bajase de las nubes. Para los que nos dedicamos a contar historias, los bares son un manantial de actualidad y un pálpito social bastante certero.


Tras comentar que el calor había caído sin cumplir aquello del cuarenta de mayo y leer un par de noticias publicadas en un periódico que aún no estaba manchado por el aceite de los almuerzos, llegó el turno para abordar la previsión de vacaciones. La propietaria me comentó que el anuncio de Luis Fonsi había alterado su planificación inicial y que valoraba posponerlas a luego de esa fecha.


La conversación se quedó en mi cerebro recién despierto durante un rato. Al final lo entendí así: igual que yo tengo una vara para medir la concurrencia de un evento, la llegada de un artista multitudinario se cataloga de otras formas. Comprendí  que, de la misma manera que yo hago cábalas para predecir el éxito de un concierto, la dueña anticipa que ese día servirá más cenas de las habituales en un 13 de agosto en Onda.


Luego del baño de empatía, ejercí de querido Watson y deduje que bastantes ondenses y vecinos de la provincia estarán entre esos millones de escuchas a Luis Fonsi. El artista puede ser un reclamo para bajar de la caseta, volver del apartamento, salir a cenar, tomar algo en la hostelería local, etc.


Zanjé el tema con otra teoría, en este caso argumentada por un amigo: “Te haces mayor cuando ya no escuchas música nueva, eres viejo cuando te cansas de buscar nuevos grupos y los géneros musicales que se ponen de moda”.
 

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