En esas prospecciones suelo tragar mierda a borbotones, acostumbro de forma involuntaria a leer mensajes que me asustan y que requieren de horas de ‘malsueño’ para evitar la contestación. Resultado de ello, aflora una acidez en el carácter que va ligada al medio.

Esta semana he tenido que ver como algún ‘ondeño’ mezcla banderas y racismo para justificar que un hombre blanco con placa estrangulase con su rodilla el gaznate de un norteamericano negro. Eso sucedió en un país donde una familia que desciende de anglosajones suele tener un patrimonio casi 10 veces mayor que una afroamericana o hispana; acontece en un lugar donde, además de hacerse películas de Steven Seagal, según el color de tu piel tienes más probabilidad de vivir en la pobreza (según cifras de la BBC - World News).

Me da verdadera lástima el elenco de barbaridades a las que hoy se les lava la cara con insinuaciones escritas en una red social (xenofobia, racismo, desigualdad, homofobia… pero, sobre todo, leo publicaciones de clasismo).

A los que se sienten afortunados por tener el estatus romano de ‘ciudadano’, les recordaré que estamos en una situación global que tiende a la desigualdad y que España está a la cola de Europa. No se sorprendan si países como Alemania u Holanda nos ejercen el mismo racismo económico a nosotros, que algunos españoles blanquean en Facebook.