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Lluís Domènech
Jueves, 15 de Julio de 2021 Tiempo de lectura:

Llantos de alegría, todos los días

Mientras los políticos nacionales se daban mordiscos por la polémica del bistec, en Onda se hacía viral el posible envenenamiento de perros con salchichas repletas de cristales, algo que la Policía Local está investigando.

No tiene nada que ver una cosa con la otra, pero ambas coincidieron en el tiempo y en las redes sociales. La primera noticia me pareció una politización de los adverbios futuros del acto de yantar, una nueva discusión que valida (una vez más) la definición de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

 


La segunda me abrió en canal cual Autorretrato con Mono de Frida Khalo. El presunto hecho agitó mi mundo interior y lanzó sobre mi cabeza el tocón muerto que luce en el cuadro detrás de la artista mexicana. 

 

No entiendo por qué la palabra “perro” se usa para describir a un humano vago o se arroja como insulto. Es un perro el que localiza a los supervivientes bajo las escombreras y sin esa especie sería imposible la trashumancia; es también perro el que guía al ciego y el que combate en nuestras guerras.

 


Imaginé el dolor que puede llegar a sentir una persona mayor cuando su mascota fallece y ya no pasará las tardes de invierno sobre su regazo; me figuré el desasosiego que provoca esta muerte al que está acostumbrado a poner la llave en la cerradura y que su compañero le reciba entre llantos de alegría, todos los días y a todas horas. Puede haber sido cualquiera de esos perros necesarios el que haya caído envenenado.

 

 

Intenté visualizar la inocencia de un animal cuya felicidad está supeditada a la persona y que, por mucho colmillo que tenga, no puede advertir la ferocidad humana. Me esforcé por extraer las causas que motivaron el presunto hecho y lo único que se me ocurrió es rogar encarecidamente para que las molestias causadas por la mascota ajena sean presentadas ante las fuerzas del orden y que se evite tomar la justicia con las manos.
 

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