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Lluís Domènech
Miércoles, 12 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:

La Panderola regresa al futuro

Cada generación habrá tenido la sensación de estar abrazando la modernidad al contemplar un nuevo invento. En los 90 sucedía cuando conectabas un módem de Internet por primera vez, aquel cacharro sonaba como si R2-D2 estuviese emulando al Joe Cocker de Woodstock y tu percibías aquello como si lo hodierno alcanzase el porvenir.

La Revolución Industrial fue más importante a nivel cultural de lo que pensamos, tuvo más influencia para la Revolución Francesa de lo que creen los franceses y está menos relacionada con el calvinismo de lo que piensan los ingleses. Fue a la conclusión que llegué después de escuchar aquel podcast sobre el tema.  


En cualquier caso, imagino que cada generación habrá tenido la sensación de estar abrazando la modernidad al contemplar un nuevo invento. En los 90 sucedía cuando conectabas un módem de Internet por primera vez, aquel cacharro sonaba como si R2-D2 estuviese emulando al Joe Cocker de Woodstock y tu percibías aquello como si lo hodierno alcanzase el porvenir. El pasado tomaba lejanía ante un presente y un futuro más difuminados.


Lo que pensaron nuestros abuelos o bisabuelos cuando La Panderola entró por primera vez en Onda no lo podemos saber. Entiendo que para ellos, el traqueteo de las vías, sería equiparable a lo que vivimos nosotros con el sonido de las primeras conexiones telefónicas a Internet. 


Mis coetáneos supimos de aquel tren por la canción que cantábamos en Primaria y porque en casa nos contaron que sus vías atravesaban algunas casetas. Siempre la imaginé a toda velocidad, surcando el Desmonte cual locomotora de ‘Regreso al futuro’.


Al parecer no era así y los pasajeros, que se las prometían muy felices en La Plana, tenían que apearse de sus vagones para remontar esa cuesta que precede a la localidad. En todo caso, con mayor o menor fuerza mecánica, fue un avance para nuestros predecesores. Contribuyó a la loable y humanitaria misión de enviar azulejo a los británicos para que reemplacen la moqueta de sus lavabos de una vez por todas. 


Además, de la forma que valoraba anteriormente, la llegada del tren tuvo un impacto en la sociedad local y por eso nos planteamos rendirle homenaje donde estaba su estación, en la Plaza de España.


Ahora somos demasiado pequeños para que nos pongan el ferrocarril y demasiado grandes para que reconozcan nuestras peculiaridades. La posmodernidad nos abraza con fuerza desde hace unos años y, como les sucedería a los carreteros cuando llegó La Panderola, es posible que tengamos reticencias ante la Inteligencia Artificial (IA), algo no palpable y de naturaleza ignota.


Por lo que he trasteado con esta tecnología, les anticipo que ha llegado para quedarse en nuestras fábricas, comercios y ordenadores. De momento les puedo comentar que funciona como un asistente que realiza tareas y búsquedas de forma eficaz. Hay que saber pedírselo y tener cierto dominio en el tema consultado, pues la respuesta suele ser menos “libre y matemática” de lo que parece. Su cerebro piensa más rápido que el de la persona más inteligente que conozcan. No obstante, es equiparable al esperanto o la música, un idioma común que podemos aprender o no. 


Ya hay profesionales especializados en IA a borbotones, se venden cursos en ese nuevo “lenguaje” y todos deberemos amoldarnos a nuevas herramientas que brinda, como sucedió en su día cuando se popularizó el Excel, Word o los teléfonos móviles.


En el oficio de contarles cosas no lo duden, como sucede con los grandes medios o los podcast, la Inteligencia Artificial no les contará qué pasa en la puerta de su casa o qué cota ha alcanzado su vecino del cuarto. Es muy probable que el raciocinio cuántico les prepare un resumen de los artículos sobre La Panderola que encuentre en Internet y que omita los testimonios de quienes la vivieron. No reflejará la vida que brotó alrededor de aquella estación. Digamos el cometido de la IA no es la de fomentar la vertebración, el bien común y el sentido de pertenencia a una localidad. Para resumir insistiré: nadie hablará de tu pueblo, tu comercio y tu industria si la prensa local muere.
 

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