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Lluís Domènech
Miércoles, 13 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura:

Si necesitan nuestro voto, que lo pidan

Los vecinos que pasaban por allí, testigos presenciales del siniestro, se agruparían en dos bandos. Los de un lado, increparían al conductor de la furgoneta por llevar una pegatina con la bandera de España. Los del otro margen de la viñeta, no durarían en acusar al conductor del turismo, al de la camiseta del Che Guevara, por "estamparse contra el abanderado".

De pequeño dibujé hasta agotar la tinta. Destrocé libretas, libros y manteles con mis garabatos. Ahora, cuando intento creer que dibujaba con destreza, concluyo que hacer algo muchas veces no significa hacerlo bien. 


En todo caso, si hoy tuviera que dibujar una viñeta sería la de un accidente de automóvil en el centro de una calzada de ambos sentidos y sin delimitación de carriles. Los vehículos tendrían el morro destrozado, arrugado como el meñique del que ha estado achicando agua durante días. 


Los vecinos que pasaban por allí, testigos presenciales del siniestro, se agruparían en dos bandos. Los de un lado, increparían al conductor de la furgoneta por llevar una pegatina con la bandera de España. Los del otro margen de la viñeta, no durarían en acusar al conductor del turismo, al de la camiseta del Che Guevara, por "estamparse contra el abanderado". 


Es el día a día de nuestros tiempos. Esa tira cómica intentaría reflejar a una sociedad dividida, como la nuestra, y sus personajes serían capaces de achatar lo ocurrido hasta la dimensión plana, un territorio donde se juzga a cada cual por su ideología y no por sus acciones. 


Y así, en medio de esta polarización que inunda cada conversación, ha ocurrido una catástrofe en nuestra tierra. Dejo el análisis de los acontecimientos para los expertos: meteorólogos, ingenieros, militares, policías, jueces, etc. 


Les hablo de la comunicación que gira alrededor de esta tragedia. Y en esos términos, mientras la gente andaba salpicada de barro hasta las rodillas y colmada de dolor hasta la garganta, hay quien se ha dedicado a hacer política. Digamos que no hay tregua en una guerra sin cuartel que hastía la lectura de los periódicos desde hace demasiados domingos.  


Hay medios que se han convertido en tragasantos de su “pontífice” de cabecera y en la “santa inquisición” para otros compañeros de profesión. Las líneas editoriales clásicas se han retorcido al ritmo de las veleidades necesarias que sujetan las patas del escaño. 


Y en esta posmodernidad mágica en que vivimos, la ciudadanía paga las consecuencias sin darse cuenta. Es víctima de la pérdida de la noción del bien común. Ha caído en la trampa de valorar al semejante por su ideología y no por su humanidad. Estoy seguro que la mayoría de gente coincide en la mayoría de cuestiones, en los aspectos importantes. Tenemos más en común de lo que imaginamos.


No duden que la gota fría ha sido igual de devastadora para el que lleva la camiseta del Che y para el de la pegatina de la rojigualda. La muerte y la miseria significan para todos lo mismo. 


No obstante, cual canción de Sau, encontré la luz en el fondo de una copa colmada de enfrentamiento. Los que hoy ostentan la condición de jóvenes se han unido, nos han dado una lección con sus acciones. Han hecho lo que no hicimos la generación de Carles Sabater en el 11M, que fue dividirse, o en la crisis de 2008, donde cada cual intentó salvar su culo. 


Cuando me refiero a jóvenes, me refiero a aquellos que han cruzado los puentes cargados como mulos, a los que han andado kilómetros sin saber dónde iban, a los que han convertido su tractor en ejército de salvamento, a los que han bajado al barro y los que han olido el dolor desde cerca. Los que han estado donde tenían que estar las administraciones.


Como he comentado en el primer párrafo, que la polarización sea la tónica habitual en nuestros días, no significa que sea buena. Y aunque les suene populista, el ejemplo al que agarrarnos es el de los voluntarios. El de la solidariad, la empatía y la conciencia común. Necesitamos la vuelta del dato en lugar del relato. A partir de ahí, si necesitan nuestro voto, que lo pidan. 
 

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