No pude asistir por diferentes motivos (que rabia) al acto en el que dentro de la conmemoración del 775 aniversario de la concesión por Jaime I de la Carta Pobla, se hizo entrega a Dolores Corella y al Club Deportivo Onda de las medallas de oro de la ciudad, aunque no me lo he perdido del todo porque lo he visto en Onda TV, y verdaderamente me ha emocionado. Medallas de oro totalmente merecidas. En el caso de Dolores Corella a la que no conozco personalmente, porque sus éxitos en investigación son conocidos internacionalmente, y de los que como ondense me siento muy orgulloso. A ella que es especialista en nutrigenómica me hubiera gustado preguntarle si los famosos pastizos, pilotes de frare, tordos y compañía, son los responsables del nivel de gente maravillosa que hay en Onda. No creo que exista en ningún otro lugar el porcentaje por metro cuadrado de las personas de esa categoría que hay aquí.

Y en el caso del Club Deportivo Onda por la gran trayectoria deportiva y la formación  que ha proporcionado a los jóvenes en sus más de cien años de Historia. Aquí tengo que añadir que me siento doblemente orgulloso porque el presidente actual que la recogió es mi gran amigo Abel (bueno, más que amigo lo considero mi hermano), nos conocemos desde casi cuando empezábamos a andar, vivíamos juntos al lado de Saura, y compartimos toda la niñez y juventud, hasta que empezamos a jugar en el juvenil del Onda allá por el año 68-69, en que yo me vine a vivir a Valencia. Aquel fue un juvenil extraordinario (dicen que el mejor que ha habido) del que salieron muchos y buenos jugadores para el Onda y otros equipos. Abel (también Saura) siempre ha sido una persona extraordinaria, es de esas personas que sabes que no te van a fallar nunca, yo lo quiero muchísimo, y lleva en el club toda la vida, por eso al verle recogiendo la medalla me han venido a la memoria muchos recuerdos, y me ha producido una gran emoción porque sé lo que estaría sintiendo en esos momentos.

Por otra parte, a ver si la Doctora Corella investiga algo (pronto) para pararme y no envejecer más, porque lo único que me da pena de hacerme mayor es el que llegará un momento en el que tendré que decir adiós a Onda, mi paraíso. Aunque tengo que hablar con el de arriba, porque me han dicho que a mano derecha según se va al cielo, se encuentra una nube para pedir los deseos. El mío lo tengo claro, quiero que me convierta en brisa para así poder acariciar por siempre las mejillas de las personas de mi querido pueblo. No sé si lo tendrá en el catálogo. Ya veremos. Viva Onda !!!