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Martes, 19 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:
A tir de pedra

La mudéjar Albarracín

Se dice “mudéjar” a aquellos árabes que vivían en terreno cristiano durante la reconquista estableciendo su propio arte y cultura, lo que nos pareció una razón estupenda para visitar la vecina provincia de Teruel y su maravilloso pueblo de Albarracín.

Precisamente la conocida como “autovía Mudéjar” (A-23), es el camino más corto y el que tomamos para llegar, en dos horas desde Onda, a esta ciudad árabe del siglo XI que debe su nombre a la familia bereber que la habitó: Alba Razin. Nada más llegar hay, a mano izquierda, un extenso parking donde dejar el coche, ya que sus calles son estrechas y de difícil acceso con vehículo.

 

Aunque la excursión a Albarracín puede hacerse perfectamente en una sola jornada, nosotros preferimos[Img #47823] disfrutarlo con tranquilidad y pasar allí la noche. Para ello, nos alojamos en el Hotel Albarracín, muy recomendable por su ubicación y su decoración. Ambas nos parecieron perfectas.


Tras dejar nuestros bártulos comenzamos el paseo por toda la villa, que está plagada de callejones, escalinatas, plazas, casas y rincones a cada cual más ensoñador, de hecho caminar por estos lugares es como estar viviendo en el medievo.


Lo mejor es perderse por sus calles hasta descubrir dos de las casas más conocidas y fotografiadas: La Julianeta y La Casa Azul que, junto a la plaza Mayor en la cual destacan sus casas colgadas que ni Cuenca tiene, son algunos de los atractivos de esta encantadora villa. Aparte, hay un precioso mirador desde el cual se puede admirar todo el valle en el cual se asienta este emplazamiento con castillo árabe, junto al río Guadalaviar.


En su plaza del Ayuntamiento hay diversos establecimientos hosteleros en los que poder degustar la mejor comida tradicional turolense: las migas, o comprar el mejor embutido, quesos y productos varios de la Sierra.

 

Por último, y lo más aconsejable, es lo que dejamos para el día siguiente: encaramarse a la gran muralla árabe[Img #47824] que rodeaba el castillo y subir sus empinadas cuestas desde las cuales poder disfrutar de las mejores y “más elevadas” vistas, no aptas para personas con vértigo, por cierto y, por el contrario, muy recomendables para aquellas que les guste experimentar retos nuevos ya que sin duda es la mejor de las ventanas donde asomarse.


Si os queda tiempo, a nosotros no, podéis recorrer el río y su puente colgante para luego hacer la ruta fluvial de la Sierra de Albarracín hasta el pueblo de Calomarde, a 17 km de Albarracín, para ver su Cascada Batida, o así como practicar senderismo o incluso escalada en el Barranco de la Hoz, pero eso lo dejamos para los más aventureros.

 

Albarracín en sí, es un lugar que enamora y que siempre recordaremos no solo por su belleza, su gente y su buena gastronomía, sino porque fue el primer viaje tras el confinamiento, en el puente de octubre de 2020, sin duda el más especial y el primero de muchos más…

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