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Martes, 08 de Septiembre de 2020 Tiempo de lectura:
ENTREVISTA

El retrovisor: José Daniel Arnal, montañero por afición

Tras estar en el Kilimanjaro, y Aconcagua, este montañero de Onda estuvo durante el mes de agosto de 2008 en la cumbre del Elbrus, el techo de Europa, al sur de los montes Urales. Él, junto a otros seis compañeros más, consiguieron alcanzar la cima en unas condiciones climatológicas bastante adversas.

ENTREVISTA PUBLICADA EN EL NÚMERO 88  DE ARRELS DE 10-09-2008

 

[Img #42972]¿Cómo se gestó esta nueva aventura de ascender al techo de Europa?

La verdad es que en un principio el viaje este año iba a ser a Ecuador, con unos compañeros de Vila-real, pero al final se echaron atrás y yo decidí buscar un nuevo destino. Busqué en Internet y encontré una expedición que marchaba hacía el Elbrus en agosto. Me puse en contacto con ellos, y con ellos acabe subiendo.

 

¿Cuánto tiempo llevabais preparando esta ascensión?

Los primeros contactos con los compañeros los tuve en abril, casi cuatro mese antes.

 

¿Los conocías anteriormente?

Pues la verdad es que no Íbamos seis españoles, y dos franceses, estos últimos un poco por libre, además de los dos guías de montaña que nos acompañaron en todo momento. Y los españoles éramos cada uno de un lado: un barcelonés, dos oscenses, un madrileño y un almeriense.

 

Una aventura de ese calado pone a las personas en situaciones límite. ¿Cómo conviven diez personas, que apenas se conocen, para que haya un ambiente, por lo menos ‘correcto’?

 

Por cuestión de carácter puedes chocar, pero la verdad es que es cuestión de que todos queremos lo mismo, todos sabemos a lo que vamos, y por tanto el compañerismo y la relación con los compañeros es fundamental para poder afrontar situaciones duras como las que vivimos en esta ascensión.

 

“Cuando me caí en el descenso fue la única vez que pase verdaderamente miedo y temí por mi vida”

 

¿Qué tipo de preparación hiciste para esta ocasión?

En otras ocasiones, como la vez del Aconcagua, intentaba los meses anteriores hacer ascensiones a picos de 3.000m en los Pirineos, por el tema de la aclimatación, y para poner a punto la resistencia del cuerpo, pero la verdad es que en aquella ocasión no me salió bien la jugada, de forma que esta vez decidí no prepararla de manera especial, algo que en realidad no está nada bien hecho.

 

[Img #42970]

 

Estuvisteis del 9 al 23 de agosto. ¿Cómo fue, a grandes rasgos, tu estancia en los Urales?

Salimos desde Barajas el día 9, y tras hacer escala en Moscú, cogimos otro avión que nos llevó hasta la ciudad de Mineralniye Vody. Y desde allí por carretera hasta el Valle del Terksol, la última ciudad que dejas antes de comenzar la ascensión. Luego los días siguientes estuvimos haciendo aclimatación, subimos un par de días hasta los 3.000 y 3.500 metros, y el día 12 subimos definitivamente al campo base que se encuentra a 3.800 metros de altitud. Y ya desde aquí vuelves a hacer un par de días más de aclimatación hasta alturas de 4.500 metros y el día 15, aprovechando un clima propicio, en principio, decidimos tirar hacia arriba.

 

¿Y cómo fue la ascensión?

La verdad es que nos tocó madrugar mucho. Nos levantamos a la 1 de la madrugada, y entre desayunar, y repasar el material, acabamos saliendo a las 2. El problema de esta montaña, que no es de una dificultad técnica extrema, es que desde el campo base hasta la cima se ha de hacer en un solo día, es decir subir y bajar, y el desnivel que tienes que salvar en esa jornada de ascensión es de más de 1.500 metros, pues la cima se sitúa en los 5.642 metros. Los rusos le llaman la “montaña que nunca se acaba”, por lo largo que se hace la jornada de ascensión. Pero finalmente conseguimos hacer cima sobre las 12 de la mañana, tras diez horas de ascensión. Y tras permanecer en la cima cerca de media hora, y dado que el tiempo empeoró de forma considerable, nos dispusimos a volver al campo base, al que llegamos sobre las 16 horas.

 

[Img #42968][Img #42969]

 

¿La climatología os jugó una mala pasada?

El clima en esas alturas es muy cambiante, y en cualquier momento se puede liar una muy gorda sin apenas haberte dado cuenta. Pero nosotros, que en principio íbamos a retrasar algún día más la ascensión, puesto que nos tocó hacerla en seis días cuando teníamos pensado hacerla en diez, nos tocó adelantarla porque en los partes meteorológicos daban mal tiempo para los siguientes días. Y la verdad es que cuando comenzamos la ascensión el cielo estaba despejado y hacía un día estupendo, pero en cuanto llegamos a la cima, el cielo se cerró y cambió totalmente el panorama, y la niebla y la nieve hicieron acto de presencia.

 

¿Estuvisteis en situación de riesgo extremo?

Por lo del clima no, se endurecen las condiciones, lo que aumenta el riesgo, porque no se veía nada de nada, pero no pasas miedo. Además, los dos guías que llevábamos eran muy buenos, y se supieron manejar muy bien en esta situación.

 

Pero tú si que estuviste cerquita de sufrir un grave percance, ¿no?

Pues la verdad es que sí, durante el descenso. Íbamos descendiendo por una ladera con una fuerte pendiente, y sin querer me salí de la huella y tuve problemas con uno de los crampones, y gracias a la rápida intervención de mis compañeros, que sujetaron de la cuerda, puesto que íbamos todos encordados, me consiguieron recuperar. Ha sido la vez que peor lo he pasado en toda mi vida, ahí si que pasé miedo.

 

Los descensos son traicioneros…

Pese a lo que pueda pensar la gente, los descensos son mucho más peligrosos que las ascensiones. Cuando comienzas a bajar las fuerzas que te quedan son mínimas, las piernas no te responden igual, y tu cabeza tampoco, y por lo tanto es más fácil cometer errores. Y por supuesto cuando estás ascendiendo tu cabeza y todos tus esfuerzos sólo tienen un objetivo: alcanzar la cima.

 

Pues eso debe ser un problema.

Y lo es, porque cuando estás subiendo muchas veces no eres consciente de las fuerzas que te pueden quedar para terminar, y sólo si de verdad te encuentras muy mal, decides abandonar y quedarte a mitad de camino. En esta ocasión, uno de los franceses no pudo alcanzar la cima debido a la mala aclimatación, ya que el mal de altura le creó muchos problemas y el día de la cumbre se volvió al campo base.

 

Antes has hablado de los guías, ¿son totalmente imprescindibles?

Hombre pues tal y como se acabaron presentando las cosas fueron más que necesarios. Además, el gobierno ruso no permite a las expediciones adentrarse en este parque natural sin un guía local, por lo que nosotros en esta ocasión llevábamos dos, uno que vino con nosotros desde España, y el autóctono de allí.

 

[Img #42971]

 

Y en unas condiciones climáticas tan adversas, ¿cómo son capaces de orientarse?

Aunque parezca mentira, lo hacen por la propia experiencia, el conocer a la perfección la montaña, porque ese día allí no se veía absolutamente nada como para tener referencias visuales o de cualquier otro tipo. Son verdaderas máquinas.

 

Antes has comentado el tema del desgaste físico en la subida, ¿pero el estado psicológico del montañero debe ser igual de importante?

Es igual de importante, porque la cabeza es a la hora de la verdad quien hace que andes o no andes, la que te permitirá discernir si te quedan fuerzas para la vuelta, la que te tiene que sacar de un apuro, si lo hay. Pero también es verdad que es una lucha constante contra ella, porque durante la ascensión sueles tener, sobre todo al principio, pensamientos negativos acerca de lo que realmente estás haciendo allí, y en realidad sólo te queda tirar hacia arriba.

 

Ya has estado en los picos más altos de América, de África, y de Europa ¿Será el siguiente el de Asia?

(risas) En ese caso sería subir el Everest y eso no es cualquier cosa, pero de momento no tengo ningún próximo objetivo. Creo que por el momento me frenaré aquí, con tres de los siete picos más altos de cada uno de los continentes ya tengo bastante, aunque con el paso del tiempo… nunca se sabe.

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